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La verdadera atmósfera de la marcha feminista

Actualizado: 1 nov 2019

Escrito: Ixchel Castro.


Menos, es más. A veces, solo basta una voz para poder ver la realidad y entender el contexto de una situación desde otro punto de vista.


El colectivo Resistencia Femme publicó en su página de Facebook:


"Nos vemos el viernes 16 de agosto a las 18:00 hrs en la Glorieta de Insurgentes #nomecuidanmeviolan, queremos justicia. ¡trae tu diamantina rosa, cerraremos las calles!"


Bajo esta consigna lo que se pedía, entre otras cosas, era decretar la alerta de género en Ciudad de México, enjuiciar a los culpables de delitos contra la mujer y la garantía de reparación, mas no repetición de los hechos violentos.


Cabe destacar que las organizadoras de estas manifestaciones, pidieron llevar diamantina rosa o morada eco-friendly, ropa negra, botellas de agua, además de tomar medidas de seguridad como: anotar su nombre junto con un número de teléfono de emergencia en el brazo, celular con batería llena, con saldo e identificación.


El movimiento también movilizó estados como: Saltillo, Querétaro, Chiapas, Veracruz y el Estado de México.


Mientras que los medios comunicaban actos vandálicos, -que la marcha terminaba con violencia y dejaba 34 muertos-, la realidad anunciaba hechos distintos. Pero nadie cuenta cómo realmente se vivió desde una perspectiva más cercana, como el punto de vista de una mujer que estuvo ahí.


El relato de Sandra Barba, una chica que de camino a la marcha, llegó con total seguridad y sin preocupaciones. Ella relata que en cuanto llegó, se sintió completamente a salvo, era incontable la cantidad de mujeres vestidas de negro: desbordaban alegría, convicción e ímpetu.


Dos mujeres le pintaron los pómulos con diamantina violeta, le mostraron cómo anudarse el pañuelo verde en el cuello y compartieron el labial púrpura que ella llevaba en el bolso.


No solo compartieron un labial sino el coraje, los colores de la marcha y sus metas en común.


Sandra relata que mientras las cámaras de televisión habían apuntado hacia la descripción de disturbios, caos y violencia; ella se subió a la plataforma del Metrobús, consiguió hablar con una de las chicas que prendieron fuego -el cual jamás salió de control y duró poco-.


La chica que inició el fuego, tenía la nariz y boca cubiertas con una pañoleta, le comentó: “ningún medio mexicano está diciendo la verdad, todos los medios nos criminalizan, van a decir que somos mujeres infiltradas y no, ¡somos mujeres enojadas!”.


A la mañana siguiente, los titulares y primeras planas confirmaron sus expectativas.


También cuenta, cómo una de las chicas presionó una válvula y encendió el aerosol sin temor, ninguna persona salió herida.

“Se parece al fuego con que algunos bailan en las playas cuando hay raves”, dijo.


Ella observó a otras mujeres con impermeables rosas, tomando escobas de palma, con las que apartaron a los hombres que se empeñaban en adentrarse a la multitud.


Para las pertenecientes al movimiento nunca se trató de discriminación, sino de respeto a sus ideales, respeto que buscaban bajo la voz de su propio género.


“No se trata de eso, sino de que nosotras hagamos y hablemos. Se trata de autonomía, la marcha es de nosotras, en femenino y en plural”.


Cada mujer brincó al ritmo, haciendo vibrar el pavimento de la Av. Insurgentes.


Carcajadas, emoción y bromas se hacían relucir por doquier, volaban las ráfagas de polvo morado, se escuchaban tambores y el glitter era pasando de mano en mano.


Hay un espectáculo lúdico de la historia de las protestas feministas -que muchos medios olvidan consultar a la hora de darle contexto a sus notas-, desde mi punto de vista, no podemos generalizar o reproducir opiniones, sin indagar el hecho o incluso sin conocer el contexto y el sentir de la gente.


Seguramente el caso de Sandra, no fue el único en su tipo y nos recuerda que el sentir humano, solo se hace explícito cuando hacemos escuchar nuestras voces.

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