Lalaland: Una carta de amor
- dosveintiochomagaz
- 18 oct 2019
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 25 oct 2019
Escrito: Alberto Díaz
Una obra arrogante
Hablar de Lalaland sería demasiado fácil si es que decidiera hablar de sus grandes referencias a otros musicales como “Singin in the rain”, o hablar de su paleta de colores tan sinfónica, o de cómo sus números musicales son cada vez menos espectaculares, pero en este artículo no se hablará de esto, ya que tengo algo más que decir, para justificar que esta obra se encuentre en esta sección diré que es una carta de amor a los musicales.
Comencemos hablando de sus personajes. Desde el inicio de la cinta se nos presentan a nuestros protagonistas. Seb, es alguien intolerante a gustos musicales diferentes a los suyos, cree que todos deberían pensar como él y si no lo hacen pues simplemente hace un berrinche.
Seb no soporta la idea de no ser el centro de atención, no estar al mando de las cosas le parece denigrante y, ¿su arrogancia es tal que por alguna razón el jazz está muriendo y por alguna razón se cree el salvador del género por el simple hecho de abrir un club de jazz?
¡¿Okey?!
Para Seb que no ames el jazz equivale a que ames el reggaetón.
Resalto esto porque siento que Lalaland se contradice, por un lado me quiere motivar a cumplir mis sueños, pero por otro condena la música electrónica y la fama. Es como hablar de lo genial que es la música pero de entrada dar por hecho que el pop es basura.
Seb en realidad no sufre en ningún momento, se da el lujo de hacer lo que quiere, en donde quiere, jamás aprende a trabajar en equipo (cuando eso es esencial en la música) y creo que al final él y Mia no terminan juntos más por el egoísmo de ambos que por la terrible realidad de un mundo que no es para los soñadores.
Unos ejemplos de películas que son sin duda son superiores a Lalaland y que tocan los mismos temas son: Whiplash, Once, Begin Again, Sing Street, por mencionar algunos.
En estas películas realmente los protagonistas sufren, se aprecian otros géneros musicales y sus personajes convierten sus problemas en música.
El director de Lalaland, Damien Chazelle, es muy joven y dudo que esto sea lo mejor que pueda hacer. Crear algo es muy difícil, generar un sentimiento en una persona es muy complicado, pero cuando lo logras, se convierte en algo único.
Si esta película motiva a muchas personas a hacer sus sueños realidad, a crear cosas con sus propias manos, ¿Cómo podría odiarlo?
Si la música es un lugar para todos y el pasado es sólo un punto de arranque.
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Y si quieres ver la película la puedes encontrar en cualquier puesto de películas que tengas cerca.
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